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jueves, 7 de mayo de 2015

Orientación e Identidad sexual Parte 2

En la primera parte mostré que tanto la identidad como la orientación sexual de las personas están directamente relacionadas con las hormonas sexuales a las que estas estuvieron expuestas durante el embarazo, un hecho que se pone de manifiesto en diversos síndromes derivados de una alteración en la producción o recepción de andrógenos y en otras anomalías durante el desarrollo que ya han sido descritos.

En esta segunda parte valoramos otras circunstancias de carácter biológico que, si bien no resultan de la plasticidad cerebral consecuente a la propia experiencia individual, podrían verse igualmente involucradas en la adopción de las tendencias sexuales.

Correlaciones estructurales y funcionales

Últimamente se han considerado, fundamentalmente, dos estructuras hipotalámicas cuyas características se encuentran íntimamente ligadas a la identidad sexual. Una de ellas es la subdivisión central del núcleo de la estría terminal (NLET), una región sexualmente dimorfa esencial en el comportamiento sexual cuyo volumen depende de la exposición a los andrógenos prenatales y que presenta un tamaño similar en hombres heterosexuales y en mujeres transexuales y también en mujeres heterosexuales y en varones transexuales. Concretamente, los individuos que se identifican con el sexo masculino poseen una cantidad de células dos veces mayor en esta estructura que en la de los que se identifican con el sexo femenino (Zhou, 1995; Kuijver, 2004). La otra región relacionada con la identidad sexual es el núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH-3), otra estructura sexualmente dimorfa en la que sucede lo mismo (García, 2008) y cuyo volumen y cantidad de neuronas se relaciona con la orientación e identidad sexual. Ambos hallazgos soportan la idea de que el cerebro de los transexuales de hombre a mujer no ha sido expuesto a la suficiente cantidad de andrógenos como para masculinizar estas estructuras, al contrario de lo que sucede en los transexuales de mujer a hombre, lo que explica la diferencia de tamaños.

Otros aspectos funcionales del cerebro revelan que la amígdala, un complejo sumamente importante no solo para la recuperación de los recuerdos emocionales sino también para la regulación de la actividad sexual, presenta patrones atípicos de conexión en homosexuales respecto a otras estructuras relacionadas igualmente con la conducta sexual (Savic, 2008). Concretamente, las conexiones preferentes encontradas en gays son parecidas a las de las mujeres heterosexuales y las de las lesbianas, por el contrario, se asemejan a la de los hombres heterosexuales.

De la misma manera, el hipotálamo, la región cerebral más influyente en el desempeño de la conducta sexual, revela distinto arousal de activación en función del contenido erótico que una persona presencia y de su orientación sexual (Paul, 2008). En este caso, los homosexuales presentan una mayor activación hipotalámica durante la exposición de imágenes eróticas en las que participan sujetos de su mismo sexo, justamente lo contrario a lo que ocurre con heterosexuales. Y estos resultados son congruentes con el hecho de que los homosexuales presentan una mayor activación de la corteza orbitofrontal (relacionada con la interpretación de la belleza) al contemplar rostros de personas de su mismo sexo (Kranz, 2006).

También se conoce que los cerebros de hombres y mujeres heterosexuales reaccionan de manera diferente ante el olor de sustancias en las que están presentes androstenediona (AND) y estratetraenol (EST) (Savic, 2001) y que ante la presencia de AND el cerebro de los hombres homosexuales activa los mismos mecanismos neurales que el de las mujeres heterosexuales. Por el contrario, se activan las mismas regiones en mujeres homosexuales y hombres heterosexuales ante la presencia de EST (Savic, 2005).

Por supuesto, estas correlaciones no explican ninguna relación causal, es decir, no podemos asegurar con total certidumbre que el tamaño o la cantidad de neuronas de estas estructuras ni que estos aspectos funcionales sexualmente dimorfos constituyan el motivo de manifestar una u otra identidad u orientación sexual. Sin embargo, estos descubrimientos son consonantes con la hipótesis de que la presencia o ausencia de androgenización prenatal es un factor fundamental para el desarrollo del cerebro y su respectiva masculinización o feminización, con todas las consecuencias de índole sexual que ello implica.

Correlaciones genéticas

Si las diferencias anatómicas y fisiológicas pueden explicar las tendencias sexuales de una persona, los genes involucrados en su constitución también podrían influir en la identidad y la orientación sexual (Swaab, 2007).

Los estudios de genética cuantitativa confirman estas predicciones al comparar el porcentaje de concordancia que existe entre gemelos univitelinos y bivitelinos. Los primeros poseen un genoma idéntico mientras que los segundos comparten la mitad de sus genes, por lo que si estos influyen de alguna manera en la adquisición de las inclinaciones sexuales es de esperar que el porcentaje de univitelinos que coinciden en su orientación sexual sea mayor que en bivitelinos. Un estudio en varones halló que cuando uno de los gemelos univitelinos era homosexual, el otro también lo era con una probabilidad del 50 % mientras que en bivitelinos la misma fue estimada en un 20 %. Los resultados en mujeres  también indican una importante influencia genética para la homosexualidad (48 y 16 %, respectivamente) (Bailey, 1991; 1993). De la misma manera, también se ha encontrado un importante porcentaje de concordancia respecto a disforia de género en univitelinos (Heylens, 2012).

Otras investigaciones han pretendido ir más lejos y hallar relaciones directas entre distintos genes vinculados a la regulación hormonal y la identidad sexual: se ha sugerido que un polimorfismo del gen receptor de andrógenos beta (ERβ) podría estar involucrado (Henningsson, 2005; Fernández, 2014). Otros candidatos son la aromatasa (CYP19A1), que regula la producción de estrógenos, el gen receptor de andrógenos (AR) (Hare, 2009) y la 17α-hidroxilasa (CYP17) (Bentz, 2008), del que se sospecha que uno de sus polimorfismos es responsable de la hiperplasia suprarrenal congénita. Sin embargo, la influencia genética sobre la identidad sexual aún es una cuestión prematura y los distintos resultados en replicaciones revelan inconsistencias (Ujike, 2009).

También se han encontrado más variables posiblemente involucradas el estrés durante el embarazo o el consumo de alcohol (Ellis, 2001), los errores en la inactivación del cromosoma X de las madres (Bocklandt, 2005), el orden de nacimiento de un varón (Blanchard, 2001Bogaert, 2005) y la influencia hormonal prenatal entre mellizos de distinto sexo.

Cada una de las anteriores correlaciones no parecen comportar por sí solas una clara evidencia a favor de predisposiciones biológicas de la orientación e identidad sexual, pero recopilándolas como se ha hecho aquí, conforman un fuerte cuerpo argumentativo que nos permite asegurar que los distintos factores endocrinos y muy probablemente los anatómicos, fisiológicos y genéticos juegan un papel sumamente influyente en su adquisición.Y por esta razón, resulta incuestionable que no nacemos siendo un pedazo de plastilina ilimitadamente maleable por los factores socioculturales sino que nuestra plasticidad cerebral solo es posible dentro de unos límites que muy difícilmente pueden llegar a explicar todos los aspectos dimorfos expuestos anteriormente.

Cada uno de nosotros somos producto de contingencias que engloban tanto aspectos biológicos que nos predisponen a manifestar un rasgo concreto como otros socioculturales que contribuyen a su expresión. A pesar de que no se conoce ninguna forma concreta de dirigir la orientación e identidad sexual de una persona, la presión social durante los primeros años de vida y la adecuación inicial a un rol de género aún podrían favorecer que un niño se acomode y comporte acorde a una identidad sexual socialmente asignada sin ningún problema, como se deduce de las investigaciones de niños con extrofia de cloaca u otro tipo de problemas urogenitales de la primera parte. Lo único seguro que sabemos es que aún queda mucho por investigar sobre este tema y que a pesar de que una persona sí puede nacer con unas tendencias sexuales ineludiblemente establecidas, en otras la misma condición no se encuentra igualmente determinada.

Espero que este post haya disuelto algunas dudas acerca de la etiología subyacente al asentamiento de las inclinaciones sexuales y que sirva para refutar algunos populares mitos tales como que “los homosexuales eligen su condición sexual” o que esta "es una mera cuestión de educación".

 
@Neuropsycho1995

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