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jueves, 21 de mayo de 2015

Yo de política no hablo

Yo de política no hablo. Los que me conocen saben muy bien que es un tema de conversación que generalmente suelo eludir y sobre el cual, cuando aporto opinión alguna, suele ser no solo de forma anecdótica sino además, meramente crítica.

No me gusta hablar de política por dos motivos que se encuentran estrechamente interconectados.

El primero es que mi formación y mi información sobre el tema suele estar muy limitado; no me fío de prácticamente ningún medio de comunicación en este aspecto —porque casi todos cojean—, y mi opinión personal suele construirse a partir de una fiabilidad meramente estimativa, obviamente subjetiva, y por tanto, dificilmente defendible por el sistema argumentativo que suelo emplear yo —que es un sistema basado en la evidencia empírica objetiva—. Esto hace que, en cualquier debate o conversación sobre política que se pueda tener conmigo, mi contrincante tenga las de ganar: no estoy acostumbrado a defender una postura de la que no dispongo de evidencias claras que la secunden.

El segundo motivo, muy relacionado con la última parte del motivo anterior, es que las conversaciones sobre política, tal y como me dice la experiencia, solo tienen dos finales. El final "bueno" suele darse cuando todo el mundo opina igual respecto a un determinado tema político, punto en el cual los interpelantes se enaltecen los unos a los otros y se enorgullecen de lo acertado de su opinión —pese a ser, generalmente, solo eso, una opinión—. En el otro extremo se encuentra el final feo, en el cual, dos o mas partes de los desatientes exhiben ideas diferentes o contrarias respecto a un determinado aspecto de la conversación en cuestión. Al no existir en este campo un espectro objetivo basado en la evidencia —o de existir, ser prácticamente inalcanzable—, no hay forma racional de alcanzar un acuerdo cuando esta situación sucede, de modo que la conclusión habitual suele ser una desazón que, al menos para mi, es muy desagradable. No me gustan las conversaciones que no llegan a ninguna parte.

Como bien decía Carl Sagan: «En la ciencia suele ocurrir que un científico diga: "es un buen argumento, yo estaba equivocado", cambie de opinión y desde ese momento no se vuelva a mencionar la antigua posición. Realmente pasa. Aunque no lo frecuentemente que debería, ya que los científicos son humanos y el cambio es a veces doloroso. Pero ocurre cada día. No recuerdo la última vez que algo así pasó en política o religión.»

Es por ello que yo no hablo de política.

Pero hay cosas que me llaman la atención, y que si bien entra el tema político, es en realidad un aspecto tangente —es decir, que mantiene el contacto en un solo punto—. Y es el amplio mundo de las pseudociencias, abordado desde la perspectiva política.

Dentro de unos días serán las elecciones municipales y autonómicas aquí en España. Si llegas tarde a leer este artículo, seguramente ya hayan sucedido. O tal vez estás leyendo esto el mismo día que vas a ir a votar. En cualquiera de los casos, no pretendo ni hacer una predicción, ni hacer publicidad ni generar apoyo a ninguna de las opciones políticas.

Solo quiero dar cuenta de ciertos matices que aparecen en algunos programas políticos, y que demuestran, si los responsables opinan de verdad tal y como está escrito, una profunda ignorancia científica, y si opinan de forma distinta pero aún así lo ponen en sus programas, una clara intención de ganar el voto por parte de los partidarios o creyentes de ese tipo de charlatanerías, acudiendo, por tanto, a la ignorancia del votante.

Mi amigo Isidoro Martínez ya mostró hace días en Twitter que determinados temarios de los libros de texto de ciertas editoriales están fomentando, en una asignatura que supuestamente va de «cultura científica», una serie de afirmaciones pseudocientíficas más propias del adoctrinamiento que de la enseñanza de verdad. Pero no voy a hablar de esto.

Así como determinados partidos no optan —ni dan la intención siquiera de optar— por una auténtica separación iglesia—estado, tan necesaria si se pretende conseguir una verdadera libertad religiosa en un país hipotéticamente confesional —que en mi opinión, más le valdría dejarse de medias tintas y optar por una auténtica laicidad—. Así incluso vimos hace meses como el nuevo currículo de la asignatura de religión hacia que el Boletín Oficial del Estado pasase a ser denominado de forma socarrona por no pocas personas como la Biblia Oficial del Estado, al proponer cosas como que los niños, para poder aprobar, deben «reconocer con asombro» la existencia de un dios en particular y que el mundo fue creado por ése, o que los niños no pueden alcanzar la felicidad por si mismos si no es con la ayuda de esa deidad en cuestión. Pero tampoco es de esto de lo que he venido a hablar.

No quiero hablar de promesas electorales. No quiero hablar de quienes son mejores o peores. No quiero hablar de quienes opino que se merecen más o menos votos. No.

Quiero hablar de lo que sé. De lo que controlo. De lo que tengo datos.

Quiero hablar de pseudociencias.

Hay alguien que se ha leído todos los programas de cuatro de las fuerzas políticas que se presentan a las elecciones del próximo día 24. Alejandro Briones nos regala esta tabla, en la cual ha analizado con detalle cada uno de los programas políticos autonómicos de algunos de los partidos políticos, desde la perspectiva en la que quiero mostrar.

Propongo un supuesto, en base a los datos de que disponemos, ni más ni menos.

Imagínense que soy un votante de ideología de izquierdas —ya que dos de los partidos analizados por Alejandro son las dos grandes fuerzas de la izquierda, Podemos e Izquierda Unida—, y trazar la comparación por un lado con una fuerza de las, digamos, dominantes —PSOE— y con un "control positivo" que será Equo —no lo digo yo, lo dijo el propio Alejandro en un tuit—.

Ahora imagínense que, como se le oye a mucha gente, estuviese, digamos, desencantado con los dos partidos mayoritarios y quisiera un cambio. Parece que mis opciones de voto siguiendo los criterios —votar a izquierdas y rechazar al PP y al PSOE— se ven reducidos.

Nos metemos en harina.

De entre los partidos que Alejandro ha analizado, tres de los cuatro mencionados tienen proclamas o medidas abiertamente en contra de los avances en biotecnología, incluido el partido liderado por el conocido científico Echenique, quien ya dejó clara su postura al respecto. Obviamente, Equo, el control positivo, está incluido. Pero desafortunadamente, el único que se ha librado es aquel al que no  queremos.

De entre los partidos analizados, exactamente los mismos —y aunque en una proporción ligeramente inferior, en todos los casos en más de la mitad del territorio— lanzan propuestas en contra de la que llaman "contaminación electromagnética", concepto que en realidad, expresa una idea acerca de algo que no existe. De nuevo, el único partido que queda libre de estas absurdas medidas es el que hemos descartado por razones políticas, en el supuesto de hace tres párrafos.

Y no solo eso. Además, los mismos partidos —esta vez con una tasa muy inferior en todos los casos, pero así y todo existentes— se exhibe un fomento de pseudociencias relacionadas con la salud y la sanidad.

En su apoyo a los cultivos ecológicos no se libra ninguno de los cuatro partidos estudiados. Si bien esto no me parece del todo negativo, en realidad exhibe una ignorancia respecto a lo que en realidad significa esta técnica tan rimbombante y de tan desafortunado (y erróneo) nombre —que incluye el uso de la homeopatía para el cuidado de las plantas, ojo—.

Como yo tengo una ideología más próxima a la izquierda —siempre dentro del supuesto del que he hablado—, me encuentro con un problema. No quiero votar a "los de siempre", pero eso me fuerza a votar a alguno de esos partidos que exhiben abiertamente aspectos pseudocientíficos, incluso anticientíficos.

Yo no quiero que me gobierne un corrupto, un caradura ni un aprovechado.

Pero tampoco quiero que me gobierne alguien que quiere que España se convierta en un "país libre de transgénicos" —la cual, por cierto, es una desafortunada traducción literal de una expresión inglesa—. No quiero que me gobierne un partido que tiene y/o fomenta una tecnofobia y un miedo a la ciencia tan abigarrado.

¿Y si fuera un votante de derechas? No dispongo de los datos porque, por un lado, en la vida real no lo soy, y porque, por otro lado, el que ha realizado este análisis solo lo ha hecho en base a los datos de esos partidos.

Estaría bien ver la misma tabla en respecto a los partidos de derechas, si bien es cierto que no estaríamos hablando de cultivos ecológicos, antitransgenicos y contaminación electromagnética, sino más bien hablaríamos de instauración de aspectos religiosos en la vida cotidiana, sanitaria y educacional, negacionismo del cambio climático, etc.

Hay algo que me dice que aparecerían, y no pocos.

Y ahora, yo me pregunto. ¿Cuándo habrá algún partido que se base en la racionalidad y en una cultura científica basada en la evidencia para generar sus programas al respecto?

En Twitter algunos ya han bromeado con crear un partido de izquierda que destaque por ser racional, que no se deje llevar por tendencias abiertamente pseudocientíficas. Que no acepte charlatanismos y que rechace los movimientos anticientíficos de forma sistemática.

Me pregunto si eso sería posible.

Porque entonces ya no me daría tanto miedo hablar de política.
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jueves, 14 de mayo de 2015

Porque #YoTambiénComoSinMiedo

En ocasiones, cuando se realiza un nuevo descubrimiento, o avanza el nivel tecnológico en un determinado campo, o, en general, se produce un progreso científico, aparecen sectores de la sociedad que se oponen, subrepticia o abiertamente, a dicho progreso.

En ocasiones esos detractores del progreso tienen buenos motivos para serlo, pero generalmente los motivos son, o bien por ignorancia del avance en sí o de sus significados e implicaciones, o bien por motivos puramente ideológicos, y casi en ningún caso responden a motivos sólidos desde una perspectiva eminentemente científica.

En ocasiones esos detractores intentan racionalizar su ideología —o hacer que aparente ser racional— manipulando la realidad para que se acomode a sus propias disposiciones, ya sea deformando directa o indirectamente los resultados, mintiendo, tergiversando o reinterpretando ad hoc las evidencias científicas para que se amolden a sus irracionales creencias.

En ocasiones estas técnicas resultan ser inútiles y terminan imponiendo su perspectiva anticientífica atacando abiertamente a este científico o a aquel grupo de investigación, los que en realidad únicamente están sosteniendo una postura empírica, científica, e incluso llegan al extremo de amenazar al investigador correspondiente por el único motivo y culpa de querer divulgar la realidad demostrada y hacer llegar el conocimiento científico a la sociedad. Algo que tanta falta hace.

Todos conocemos la historia de Galileo y de sus problemillas con el tribunal de la "santa" inquisición. Sin embargo, de lo que estoy escribiendo ahora no es de historia, sino de una anécdota que ha sucedido hace escasos días. Sí. En pleno siglo XXI.

Bien.

Imaginad que en un determinado momento de la historia, la humanidad inventa una nueva tecnología.

Una tecnología que, en realidad, no es más que una copia mucho más precisa y exacta de un proceso que, al fin y al cabo, sucede normalmente en la naturaleza.

Una tecnología que permite, según cómo la emplees, hacer que un celiaco pueda comer trigo sin sufrir ningun tipo de problema.

Arroz dorado. Fuente
Una tecnología que nos puede proporcionar una variedad de arroz que aporte una dosis importante de ß-caroteno, algo realmente útil en lugares donde el arroz es la base de la alimentación y el acceso y la disponibilidad de alimentos ricos en esta vitamina son muy limitados, siendo en estos lugares la deficiencia de vitamina A un problema de salud pública.

Una tecnología que favorezca que los diabéticos puedan inocularse a diario y sin ningún tipo de problema ni riesgo la insulina humana, sin tener que recurrir a insulinas de animales, y sin que ningún ser humano tenga que donar plasma previamente. Ídem con otros tipos de productos relacionados con la salud.

Una tecnología que nos permite crear cultivos que sean resistentes a determinadas plagas, algunas tan peligrosas como los gorgojos, sin tener que emplear para ello pesticidas, ya que es la propia planta la que produce una molécula que es altamente específica, es decir, que sólo afecta a los gorgojos, en el ejemplo, y que además implica un menor impacto para el medio ambiente, ya que tan sólo los gorgojos que se intenten alimentar de la planta se van a ver afectados por el plaguicida.

Una tecnología que nos proporciona un algodón de fibras extraordinariamente resistentes, algo que puede servir desde para la fabricación de prendas de mejor calidad, hasta la producción de los billetes de euro.

Una tecnología que nos permite producir plantas, o bacterias, que literalmente se coman determinados contaminantes, como el petróleo o los residuos industriales presentes en vertidos tóxicos accidentales, mediante una técnica que hemos denominado biorremediación.

Una tecnología que nos proporciona plantas extraordinariamente resistentes a condiciones ambientales extremas, como la sequía, el estrés salino, las enfermedades, las inundaciones, el calor o el frío extremos, etc., mejorando así la productividad.

Tomate púrpura, preventivo de
ciertos tipos de cáncer. Fuente.
Una tecnología que nos permite crear un tomate que combate el cáncer.

Una tecnología que facilita el uso de terapias génicas.

Una tecnología que nos permite atacar a determinadas enfermedades, como la malaria o el dengue, directamente a la raíz del problema.

Una tecnología que nos permite producir más en menos tiempo, como el caso de este salmón.

Una tecnología que nos puede proporcionar un método de vacunación sencillo y efectivo: a través de la alimentación.

Una tecnología que, en definitiva, tiene tantas posibles ventajas que su potencial de beneficios difícil de imaginar.

Por supuesto, al igual que cualquier otra tecnología o avance, no es ni bueno ni malo per se, sino que depende de cómo se utilice. Pero buscar prohibir esta tecnología porque hubiera gente que la empleara de forma incorrecta —algo que quienes lo afirman, deberían demostrar—, tiene tanto sentido como prohibir los coches porque hay gente que atropella a otra gente, prohibir los aviones porque algunas personas los utilizan para cometer atentados terroristas, o prohibir los ordenadores porque hay hackers que los emplean para llenarse la cuenta bancaria.

Pero para eso existen sistemas de seguridad.

Los detractores de esta tecnología aducen a riesgos de la salud o medioambientales, enarbolando estudios falsos, para, ad hoc, poder justificarlo de una forma que aparente ser científica, aunque no lo sea. Así, nos insisten por ejemplo en el famoso artículo de Seralini, que fue demostrado como fraudulento hace ya tiempo.

Sin embargo, los productos de esta tecnología deben superar unos controles tan estrictos en torno a la seguridad tanto sanitaria como ambiental, que muchos de los alimentos tradicionales nunca podrían llegar ni siquiera a plantearse superarlos. Además, las evidencias empíricas indican que tal riesgo sanitario en realidad no existe. Y que los daños medioambientales generalmente no tienen diferencias significativas con respecto a los sistemas tradicionales, y cuando si existen diferencias, como en el caso de los ejemplos de biorremediación, son siempre a mejor.

Inventan historias sobre grandes monopolios, patentes, registros y privatización de la agricultura, de la alimentación, etc, usando términos como "agronegocio" o aduciendo siempre a algunas de las grandes empresas —generalmente centrándose en una sola, olvidando que hay unas cuantas en realidad—, y toda persona que se encuentra a favor de la tecnología en cuestión es etiquetada inmediatamente como empleado a sueldo de esa empresa.

Pero, en realidad, eso pertenece a un debate distinto que poco tiene que ver en realidad con los beneficios o perjuicios de la tecnología en sí, sino que tiene más relación con el sistema político, económico y/o social. Es como si para justificar lo bueno o lo malo de la informática hablamos del oligopolio del sector por parte de Microsoft y Apple.

Se pueden criticar las empresas sin tener que estar en contra de la tecnología, y se puede criticar la tecnología sin entrar en temas de empresas.

Pero ahora imaginen que un grupo de personas, de esos detractores ideológicos, ataca abiertamente a un científico por sostener una posición meramente divulgativa y que está fundamentada en una profunda y sólida base científica, basada en la evidencia empírica.

Imaginen que llegan al extremo de las agresiones y las amenazas. Agresiones, sí. Y también amenazas. Amenazas de diversa índole, sobre todo por redes sociales, contra el investigador, que solo quiere divulgar la verdad. Sí. Una tradición medieval llevada a cabo con tecnología del mundo 2.0. Amenazas, y también acoso. Podéis ver capturas de pantalla al final del artículo.

El rol de Galileo Galilei está hoy ocupado por el investigador y divulgador valenciano, J.M. Mulet, autor de Comer sin miedo y Medicina sin engaños. En el papel del tribunal de la santa inquisición tenemos a un grupo de fanáticos cuasi-religiosos que ha conseguido, a través de amenazas de todo tipo, que Mulet no haya podido realizar adecuadamente la presentación de uno de sus libros en una Universidad argentina. Y Torquemada ahora se llama Sofia Gatica.


No puedo sino declarar la vergüenza ajena que siento por ese tipo de gentuza.

Otros blogs han hablado de lo mismo. Me parece interesante mencionarlos aquí, para que quede constancia.

Y ahora...

Un video de la no-presentación de Comer sin miedo en la Universidad de Córdoba (Argentina).

Y a continuación, capturas de pantalla varias, para que os hagáis una idea de dónde está el nivel, y para vergüenza de sus autores —no me molesto en pixelar nombres ni imágenes, pues todas estas publicaciones fueron realizadas con una programación de privacidad de Facebook "en público"— o en cuentas de twitter sin "candado".




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domingo, 10 de mayo de 2015

Alergias, ¿polen o semillas?

Recordando antiguos artículos de FantasyMundo:

Todos sabemos que mayo es el mes de las flores. Lo llaman así, porque es cuando, en el clima templado y mediterráneo —los cuales tienen presencia en nuestra Península—, una gran cantidad de plantas tienen a bien reproducirse.
Es en mayo cuando empezamos a ver los bellos colores de las flores en los
parques y jardines, con sus abejas revoloteando, sus mariposas mariposeando, y sus parejas… haciendo aquello que hagan las parejas.
Pero también es conocido por muchos por ser el peor mes del año: el de las alergias al polen. Si bien es cierto que éstas aparecen a lo largo de todo el año, es en esta época que la sangre altera cuando más se desarrollan y más fuerte pegan. Además, hablar de alergia «al polen» es hablar de alergia a muchas cosas. Las más escuchadas son a la vez las que más cantidad de gente padece. La alergia al polen de olivo, y al de gramíneas. Aunque hay algunas otras plantas fabricando polen por esta época que también causan alergias, como el llantén o el plátano de sombra.
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jueves, 7 de mayo de 2015

Orientación e Identidad sexual Parte 2

En la primera parte mostré que tanto la identidad como la orientación sexual de las personas están directamente relacionadas con las hormonas sexuales a las que estas estuvieron expuestas durante el embarazo, un hecho que se pone de manifiesto en diversos síndromes derivados de una alteración en la producción o recepción de andrógenos y en otras anomalías durante el desarrollo que ya han sido descritos.

En esta segunda parte valoramos otras circunstancias de carácter biológico que, si bien no resultan de la plasticidad cerebral consecuente a la propia experiencia individual, podrían verse igualmente involucradas en la adopción de las tendencias sexuales.

Correlaciones estructurales y funcionales

Últimamente se han considerado, fundamentalmente, dos estructuras hipotalámicas cuyas características se encuentran íntimamente ligadas a la identidad sexual. Una de ellas es la subdivisión central del núcleo de la estría terminal (NLET), una región sexualmente dimorfa esencial en el comportamiento sexual cuyo volumen depende de la exposición a los andrógenos prenatales y que presenta un tamaño similar en hombres heterosexuales y en mujeres transexuales y también en mujeres heterosexuales y en varones transexuales. Concretamente, los individuos que se identifican con el sexo masculino poseen una cantidad de células dos veces mayor en esta estructura que en la de los que se identifican con el sexo femenino (Zhou, 1995; Kuijver, 2004). La otra región relacionada con la identidad sexual es el núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH-3), otra estructura sexualmente dimorfa en la que sucede lo mismo (García, 2008) y cuyo volumen y cantidad de neuronas se relaciona con la orientación e identidad sexual. Ambos hallazgos soportan la idea de que el cerebro de los transexuales de hombre a mujer no ha sido expuesto a la suficiente cantidad de andrógenos como para masculinizar estas estructuras, al contrario de lo que sucede en los transexuales de mujer a hombre, lo que explica la diferencia de tamaños.

Otros aspectos funcionales del cerebro revelan que la amígdala, un complejo sumamente importante no solo para la recuperación de los recuerdos emocionales sino también para la regulación de la actividad sexual, presenta patrones atípicos de conexión en homosexuales respecto a otras estructuras relacionadas igualmente con la conducta sexual (Savic, 2008). Concretamente, las conexiones preferentes encontradas en gays son parecidas a las de las mujeres heterosexuales y las de las lesbianas, por el contrario, se asemejan a la de los hombres heterosexuales.

De la misma manera, el hipotálamo, la región cerebral más influyente en el desempeño de la conducta sexual, revela distinto arousal de activación en función del contenido erótico que una persona presencia y de su orientación sexual (Paul, 2008). En este caso, los homosexuales presentan una mayor activación hipotalámica durante la exposición de imágenes eróticas en las que participan sujetos de su mismo sexo, justamente lo contrario a lo que ocurre con heterosexuales. Y estos resultados son congruentes con el hecho de que los homosexuales presentan una mayor activación de la corteza orbitofrontal (relacionada con la interpretación de la belleza) al contemplar rostros de personas de su mismo sexo (Kranz, 2006).

También se conoce que los cerebros de hombres y mujeres heterosexuales reaccionan de manera diferente ante el olor de sustancias en las que están presentes androstenediona (AND) y estratetraenol (EST) (Savic, 2001) y que ante la presencia de AND el cerebro de los hombres homosexuales activa los mismos mecanismos neurales que el de las mujeres heterosexuales. Por el contrario, se activan las mismas regiones en mujeres homosexuales y hombres heterosexuales ante la presencia de EST (Savic, 2005).

Por supuesto, estas correlaciones no explican ninguna relación causal, es decir, no podemos asegurar con total certidumbre que el tamaño o la cantidad de neuronas de estas estructuras ni que estos aspectos funcionales sexualmente dimorfos constituyan el motivo de manifestar una u otra identidad u orientación sexual. Sin embargo, estos descubrimientos son consonantes con la hipótesis de que la presencia o ausencia de androgenización prenatal es un factor fundamental para el desarrollo del cerebro y su respectiva masculinización o feminización, con todas las consecuencias de índole sexual que ello implica.

Correlaciones genéticas

Si las diferencias anatómicas y fisiológicas pueden explicar las tendencias sexuales de una persona, los genes involucrados en su constitución también podrían influir en la identidad y la orientación sexual (Swaab, 2007).

Los estudios de genética cuantitativa confirman estas predicciones al comparar el porcentaje de concordancia que existe entre gemelos univitelinos y bivitelinos. Los primeros poseen un genoma idéntico mientras que los segundos comparten la mitad de sus genes, por lo que si estos influyen de alguna manera en la adquisición de las inclinaciones sexuales es de esperar que el porcentaje de univitelinos que coinciden en su orientación sexual sea mayor que en bivitelinos. Un estudio en varones halló que cuando uno de los gemelos univitelinos era homosexual, el otro también lo era con una probabilidad del 50 % mientras que en bivitelinos la misma fue estimada en un 20 %. Los resultados en mujeres  también indican una importante influencia genética para la homosexualidad (48 y 16 %, respectivamente) (Bailey, 1991; 1993). De la misma manera, también se ha encontrado un importante porcentaje de concordancia respecto a disforia de género en univitelinos (Heylens, 2012).

Otras investigaciones han pretendido ir más lejos y hallar relaciones directas entre distintos genes vinculados a la regulación hormonal y la identidad sexual: se ha sugerido que un polimorfismo del gen receptor de andrógenos beta (ERβ) podría estar involucrado (Henningsson, 2005; Fernández, 2014). Otros candidatos son la aromatasa (CYP19A1), que regula la producción de estrógenos, el gen receptor de andrógenos (AR) (Hare, 2009) y la 17α-hidroxilasa (CYP17) (Bentz, 2008), del que se sospecha que uno de sus polimorfismos es responsable de la hiperplasia suprarrenal congénita. Sin embargo, la influencia genética sobre la identidad sexual aún es una cuestión prematura y los distintos resultados en replicaciones revelan inconsistencias (Ujike, 2009).

También se han encontrado más variables posiblemente involucradas el estrés durante el embarazo o el consumo de alcohol (Ellis, 2001), los errores en la inactivación del cromosoma X de las madres (Bocklandt, 2005), el orden de nacimiento de un varón (Blanchard, 2001Bogaert, 2005) y la influencia hormonal prenatal entre mellizos de distinto sexo.

Cada una de las anteriores correlaciones no parecen comportar por sí solas una clara evidencia a favor de predisposiciones biológicas de la orientación e identidad sexual, pero recopilándolas como se ha hecho aquí, conforman un fuerte cuerpo argumentativo que nos permite asegurar que los distintos factores endocrinos y muy probablemente los anatómicos, fisiológicos y genéticos juegan un papel sumamente influyente en su adquisición.Y por esta razón, resulta incuestionable que no nacemos siendo un pedazo de plastilina ilimitadamente maleable por los factores socioculturales sino que nuestra plasticidad cerebral solo es posible dentro de unos límites que muy difícilmente pueden llegar a explicar todos los aspectos dimorfos expuestos anteriormente.

Cada uno de nosotros somos producto de contingencias que engloban tanto aspectos biológicos que nos predisponen a manifestar un rasgo concreto como otros socioculturales que contribuyen a su expresión. A pesar de que no se conoce ninguna forma concreta de dirigir la orientación e identidad sexual de una persona, la presión social durante los primeros años de vida y la adecuación inicial a un rol de género aún podrían favorecer que un niño se acomode y comporte acorde a una identidad sexual socialmente asignada sin ningún problema, como se deduce de las investigaciones de niños con extrofia de cloaca u otro tipo de problemas urogenitales de la primera parte. Lo único seguro que sabemos es que aún queda mucho por investigar sobre este tema y que a pesar de que una persona sí puede nacer con unas tendencias sexuales ineludiblemente establecidas, en otras la misma condición no se encuentra igualmente determinada.

Espero que este post haya disuelto algunas dudas acerca de la etiología subyacente al asentamiento de las inclinaciones sexuales y que sirva para refutar algunos populares mitos tales como que “los homosexuales eligen su condición sexual” o que esta "es una mera cuestión de educación".

 
@Neuropsycho1995
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